jueves, 23 de julio de 2020

Estilo Literario de Lovecraft




Lovecraft experimentó una evolución literaria que hace que su obra se clasifique en tres etapas según su estilo:


La primera es la etapa gótica (1905 - 1920), en el que Lovecraft recoge la influencia de Poe y sus relatos se plagan de los tópicos góticos que ya hundían sus raíces en el Romanticismo: Las ruinas como lugar de retiro espiritual pero también de muerte, la noche como escenario, la búsqueda de parajes remotos.

La segunda etapa onírica (1920 - 1927), se inició con la influencia de Lord Dunsany, esta fue basada en la proyección onírica hacia parajes de ensueño de inspiración mediterránea y/o nórdica, que a menudo se han relacionado con los mundos concebidos por J.R.R. Tolkien.

La tercera etapa es conocida como la de Los Mitos de Cthulhu (1927 - 1937). Que inicio con la terminología adoptada por August Derleth. Es en esta etapa cuando, aceptando la influencia de Arthur Machen, Lovecraft termina de desarrollar un estilo literario totalmente propio, que tuvo por base la filosofía cosmicista, la idea de la insignificancia humana ante un cosmos inmenso y hostil.

En general, los escritos de Lovecraft son fácilmente reconocibles por su sobreexplotación del adjetivo, que confieren al texto de una sensación de densidad y abigarramiento, a lo que contribuyen también su tendencia a las palabras polisílabas y su ritmo narrativo lento. Además, muchos de los términos que emplea son arcaísmos, que confieren a sus textos un aire anticuario y de gran erudición.
Sin embargo, Las minuciosas descripciones de Lovecraft desaparecen por completo cuando en el clímax de la narración se manifiesta un ser sobrenatural. Para aumentar el impacto y asegurarse de que sea la imaginación del lector la que forje la imagen del monstruo "a medida de sus propios miedos", Lovecraft lo describe de forma muy alusiva, empleando simplemente adjetivos como "abominable", "inefable" o simplemente "amorfo". Este último rasgo cambia en sus últimos relatos, aunque esto puede deberse a la intervención de August Derleth, que se ocupó de completar varios relatos inconclusos e incluso de redactar desde cero muchos de los que únicamente existían borradores y notas preparatorias.
En cuanto al tono, Lovecraft dotaba a sus relatos de seriedad y construía ya desde el principio una atmósfera de tensión, suprimiendo por completo cualquier elemento que no contribuyera a ella como podían ser los toques cómicos que sí aparecen en la obra de otros autores.
Además, es frecuente que su propio carácter quede reflejado en sus protagonistas, casi siempre varones blancos carentes de motivaciones románticas, con un profundo temor a lo desconocido y, por extensión, con una arraigada aversión a los extranjeros, en particular a aquellos en cuya genealogía se produjo mestizaje.
Tanto Lovecraft como los protagonistas de su obra admiran a los europeos por su pureza de sangre, especialmente a los británicos, españoles y franceses, aunque también queda patente una clara admiración hacia la cultura griega, germánica y nórdica.
Lo que resulta llamativo es que, mientras que los asiáticos y africanos tienden a ser vistos como degenerados por los personajes lovecraftianos, se puede apreciar una clara admiración hacia las civilizaciones de Próximo Oriente, en particular hacia Egipto y el mundo islámico.