Lovecraft experimentó una evolución literaria
que hace que su obra se clasifique en tres etapas según su estilo:
La primera es la etapa gótica (1905 - 1920), en el que Lovecraft recoge la influencia de Poe y sus relatos se
plagan de los tópicos góticos que ya hundían sus raíces en el Romanticismo: Las
ruinas como lugar de retiro espiritual pero también de muerte, la noche como
escenario, la búsqueda de parajes remotos.
La segunda etapa onírica (1920 - 1927), se inició con la influencia de Lord Dunsany, esta fue basada en la
proyección onírica hacia parajes de ensueño de inspiración mediterránea y/o
nórdica, que a menudo se han relacionado con los mundos concebidos por J.R.R.
Tolkien.
La tercera etapa es conocida como la de Los Mitos de Cthulhu (1927 - 1937). Que inicio con la terminología adoptada por August Derleth. Es en esta
etapa cuando, aceptando la influencia de Arthur Machen, Lovecraft termina de
desarrollar un estilo literario totalmente propio, que tuvo por base la
filosofía cosmicista, la idea de la insignificancia humana ante un cosmos
inmenso y hostil.
En general, los escritos de Lovecraft son
fácilmente reconocibles por su sobreexplotación del adjetivo, que confieren al
texto de una sensación de densidad y abigarramiento, a lo que contribuyen
también su tendencia a las palabras polisílabas y su ritmo narrativo lento.
Además, muchos de los términos que emplea son arcaísmos, que confieren a sus
textos un aire anticuario y de gran erudición.
Sin embargo, Las minuciosas descripciones de
Lovecraft desaparecen por completo cuando en el clímax de la narración se
manifiesta un ser sobrenatural. Para aumentar el impacto y asegurarse de que
sea la imaginación del lector la que forje la imagen del monstruo "a
medida de sus propios miedos", Lovecraft lo describe de forma muy alusiva,
empleando simplemente adjetivos como "abominable",
"inefable" o simplemente "amorfo". Este último rasgo cambia
en sus últimos relatos, aunque esto puede deberse a la intervención de August
Derleth, que se ocupó de completar varios relatos inconclusos e incluso de
redactar desde cero muchos de los que únicamente existían borradores y notas
preparatorias.
En cuanto al tono, Lovecraft dotaba a sus
relatos de seriedad y construía ya desde el principio una atmósfera de tensión,
suprimiendo por completo cualquier elemento que no contribuyera a ella como
podían ser los toques cómicos que sí aparecen en la obra de otros autores.
Además, es frecuente que su propio carácter
quede reflejado en sus protagonistas, casi siempre varones blancos carentes de
motivaciones románticas, con un profundo temor a lo desconocido y, por
extensión, con una arraigada aversión a los extranjeros, en particular a
aquellos en cuya genealogía se produjo mestizaje.
Tanto Lovecraft como los protagonistas de su
obra admiran a los europeos por su pureza de sangre, especialmente a los británicos,
españoles y franceses, aunque también queda patente una clara admiración hacia
la cultura griega, germánica y nórdica.
Lo que resulta llamativo es que, mientras que
los asiáticos y africanos tienden a ser vistos como degenerados por los
personajes lovecraftianos, se puede apreciar una clara admiración hacia las
civilizaciones de Próximo Oriente, en particular hacia Egipto y el mundo
islámico.